sábado, 25 de agosto de 2012

Deseo.


La razón es la constante enemiga del corazón.
Juega a la interminable fracción de segundo donde te ganan las ganas,
las ganas de querer hacer lo incorrecto e indebido o lo correcto y simplemente inadecuado.
El alma te grita con furor que lo busques, que la busques,
que corras, hasta donde descansan sus ojos, que lo abraces, que la abraces,
con ternura y pasión, que abras un espacio en el mundo, solo para dejar huellas en una infinita mirada compartida,
en una inagotable espera de lo que tanto anhelas.
Y sin saber siquiera que es lo último que piensa al dormir,
sin saber siquiera si es verdad cuando sus labios callan o sólo murmuran el palpable tacto de mis manos por su cara.
Es perfecto como su sonrisa, como el brillo de su vista en el cielo que lo dice todo pero calla la muerte de sus días.
Porque un cruce de labios guarda miles de deseos y verdades, de sentimientos y sensaciones y te destruye,
saber que la felicidad sólo son esos momentos inexorables de la vida que perduran en la memoria.
Terminables pero igualmente inolvidables.
Como inolvidable el rastro de tus huellas por mis mejillas o el tamaño de tus pestañas, lisas, como el papel.

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